Hace muchos años, muchos
más de los que el ser humano puede imaginar existió una vez una civilización en
donde habitaron los primeros hombres. Cuando ellos fueron creados, Dios los
hizo físicamente hermosos, tan hermosos y perfectos cómo nunca jamás lo han
vuelto a ser. Ellos fueron los primeros habitantes de un mundo recién creado,
lleno de abundancia, armonía y perfección. No requerían preocuparse por nada,
pues no tenían que trabajar para ganar
el pan de cada día, todo cuanto requerían en su vida simplemente les era
concedido.
En aquél tiempo, dios
dispuso que los ángeles tuvieran un contacto directo con los seres humanos para
ayudarles en su evolución, para guiarlos
y protegerlos. Así que una legión de ángeles fueron enviados a vigilar
su evolución. En este planeta convivieron juntos por única vez, ángeles y
humanos. Ángeles con los que podían hablar e interactuar, pues a
diferencia de nosotros, ellos eran capaces de ver a todos los seres existentes,
aún los que no poseían un cuerpo físico.No existía separación alguna entre las distintas
clases de seres.
Ángeles y humanos tenían
una prohibición: mezclarse entre ellos. Pues cada uno tenía su sitio: los
primeros eran los guías y maestros, los segundos, los seres que requerían
evolucionar para ser mejores, para perfeccionar su espíritu.
Los primeros hombres que
podían tenerlo todo, eran fuertes y muy
altos, al no requerir de realizar ningún esfuerzo para tener cuanto
necesitaban, dedicaban días y noches enteros al ocio y al placer. Nada parecía
imteresarles más en la vida, sólo la diversión. Ni se interesaban por aprender
nada, pues el conocimiento de cualquier cosa llegaba a ellos en el momento en
que lo necesitaran , una voz interna parecía ser la fuente de todas las
respuestas. Por lo que cualquier situación era demasiado fácil. No se requería
ningún aprendizaje, ningún esfuerzo, todo era simplemente concedido.
Aquellos humanos eran
increíblemente hermosos y saludables, pues poseían el total conocimiento de la
regeneración y rejuvenecimiento del cuerpo y por supuesto llegaron a vivir
hasta mil años en perfecta salud. Ellos construyeron alguna vez, el único
templo de regeneración y rejuvenecimiento que ha existido en nuestro planeta. Y
cada determinado tiempo acudían a él para recibir por tres días continuos un
tratamiento que les permitía estar jóvenes y saludables.
Poseían también el
conocimiento de la anti-gravedad, lo cual, les permitía edificar colosales construcciones
con enormes bloques que, aún hoy, los ingenieros de nuestra moderna civilización
son incapaces de mover, ni aún, con la
más avanzada maquinaria que se posee.
La trasmutación de los
metales y muchos otros saberes, que incluso para nuestra ciencia actual son
todavía un misterio, fueron parte de los conocimientos ,que hicieron posible
construir cualquier cosa de manera rápida y magnificente. Pero no tenían
ninguna idea de dónde les provenía su poder de creación, ni podían tampoco
valorar lo que esto implicaba, pues para ellos había sido siempre así.
Sus ciudades eran
increíblemente enormes, lujosas y
sofisticadas, pues nada parecía interponerse a sus deseos. Su vida era
completamente relajada, pero en sus corazones no existía el amor, ni el dolor,
ni la compasión, ni uno sólo de los sentimientos que caracteriza a la mayoría de
los seres humanos actuales. Ni uno sólo de los principios y valores propios que
el hombre aprende a través de su vida. Para ellos sólo existía la abundancia y
el placer, el ocio y la diversión, y jamás habían tenido que realizar ningún
esfuerzo de ningún tipo para gozar de todo cuanto tenían. Por lo que, no tenían
conciencia de sí mismos como seres humanos, menos aún como seres espirituales.
En cierto sentido, eran como niños que sólo pensaban en gozar del momento.
Muchos años pasaron en
esa vida trivial, superflua y enfocada a los placeres, tantos como ha vivido el
hombre de nuestra civilización moderna, sin que nada perturbara su orden. Pero
el gran creador miraba lo que ocurría, con infinita tolerancia y amor, sin ninguna prisa, pues para él todo
tiempo es eterno, dejó que el hombre viviera así. Le otorgó la oportunidad de
cambiar, de aprender, y de reconocer su naturaleza espiritual. Pero los años
pasaron y el hombre no cambió.
Los ángeles encargados
de guíar a los primeros hombres, sucumbieron al deseo de disfrutar de los
placeres terrenales. Mirando a las mujeres más hermosas que jamas hayan
existido, quisieron coexistir con ellas. Ángeles y mujeres procrearon hijos,
algo que nunca debió suceder. Aquéllos ángeles desobedecieron el mandato divino
de cuidar de los hombres y de revelarles un conocimiento que eran incapaces de
comprender y de usar con sabiduría.
Ángeles y humanos : se
mezclaron entre sí y entonces los ángeles revelaron a los humanos valiosos
secretos que les permitían tener poderes sobre todos los elementos y criaturas de la tierra. La vida de los
humanos se tornó demasiado fácil, pues
nada les impedía cumplir sus caprichos. La soberbia de los primeros hombres
creció como nunca antes, usaban los poderes indiscriminadamente, por la simple
vanidad de demostrar su poder.
Cuando nacieron los
hijos que eran la mezcla de humanos y ángeles la situación empeoró. Pues todos
ellos se sentían dioses a los que nada se les podía negar. Cualquier capricho
de ellos debía ser complacido. Entonces comenzó la guerra entre ellos, ciudades
y poblaciones enteras eran destruidas en segundos por aquéllos semidioses, sólo
para demostrar su poder. Truenos, rayos y explosiones iluminaban el inmenso
cielo. Provocaban terremotos, tormentas devastadoras, inundaciones intempestivas,
con el sólo propósito de demostrar su
supremacía.
Las batallas eran
interminables, pues los nuevos
descendientes de ángeles y humanos no tenían límite. Millones de los primeros
humanos murieron en las destrucciones masivas que ocasionaron las grandes
batallas y parecía que nada podría deterlas.
Cuando el creador miró
lo que había sucedido por el desacato de los ángeles, decidió exterminar a todos
los que habían desobedecido. Los ángeles caídos súplicaron perdón, enviaron al
único hombre en la tierra que no había sucumbido a la tentación. Y este hombre
imploró el perdón para los ángeles y los
hombres, pero la decisión había sido tomada.
A los hombres se les
había concedido mucho tiempo y oportunidades para enmendar su camino, y durante
ese tiempo no hicieron ningún cambio, pero el desacato de los ángeles los llevó
a la total perdición. Y por haber llevado a los hombres por el camino
equivocado, en lugar de ser sus guías y maestros, los ángeles caídos fueron
condenados al exterminio.
La milicia celestial al
mando del arcángel Miguel fue la encargada de la misión. La batalla entre
ángeles duró incontables días y noches, en el tiempo de los seres humanos,
parecía que duraría por toda la
eternidad. Los cielos se iluminaron con el fuego inmenso que ningún humano
puede imaginar. En la tierra la luz y el calor fue intenso por muchos años. Y
del cielo ardiente que se volvió de un
rojo intenso, llovió tanto fuego que
destruyó todo a su paso.
Ahí donde el fuego caía ,
todo moría, árboles, plantas, animales y hombres. Por muchos años, los pocos hombres
sobrevivíentes , huyeron tratando de encontrar un lugar a salvo. De las plantas
y árboles, sólo quedaron restos de cenizas. Hombres y animales salvajes huían de un lugar
a otro tratando de salvar su vida, pero no había en todo el planeta un lugar
seguro. Fue entonces que los primeros hombres comprendieron que todos sus
poderes juntos y todo el conocimiento que les habían dado los ángeles, no era
nada ante el poder ilimitado y supremo de Dios, su creador.
Los más terribles rayos
y truenos cruzaron el espacio, el estruendo fue tal, que se escuchó en los
confine del universo. El planeta se tambaleo sobre su eje como nunca antes. Los
mares furiosos arrasaron con todo lo que se encontraba a su paso. Fuertes y
continuos temblores sacudieron los valles y montañas incontables veces.
Y después de un tiempo
imposible de contar, por fin, terminó la batalla celestial. Los ángeles caídos
habían sido exterminados. Y a pesar de la conmoción que en el planeta causó la
más terrible e inimaginable batalla de todos los tiempos, algunos de los
primeros hombres aún sobrevivían.
El planeta todavía se
conmocionaba ante los fuertes impactos recibidos y los ángeles de la milicia
celestial preguntarón al creador qué deberían hacer con los pocos hombres que áun
sobrevivian, pues entre ellos estaba el único hombre que había sido justo
durante toda su vida y había suplicado el perdón para los ángeles caídos y los
hombres que se mezclaron entre sí.
Dios dijo, que todo el
planeta debía ser limpiado y renovado completamente. Así que para la tierra
siguieron millones de años entre mega-terremotos que renovaron toda la corteza
terrestre. Enormes montañas se elevaron desde las profundidades del mar y desde
inmensos valles. Al mismo tiempo, lo que antes habían sido valles y montañas se
convirtieron en abismos profundos. Lo que estaba en la superficie quedó
sepultado debajo de innumerables montañas de roca y piedra.
Millones de años
transcurrieron antes de que la corteza terrestre se renovara por completo. Y
millones de años más, antes de que la tierra recobrara su equilibrio y quietud.
Mientras tanto, se planificó y se preparó todo, para la creación de los
siguientes habitantes de la tierra. Un solo hombre sobrevivió a toda la
destrucción, el único hombre justo. La historia de ese hombre fue un misterio
para los hombres, pero alguna vez, será revelada.
Desde entonces, a todos
los hombres que fueron creados después de la renovación, no se les da todo el
conocimiento. La mayoría de las cosas deben aprenderlas por sus propias
vivencias. Y todas las situaciones complejas que se les presentan en la vida
tienen el propósito de motivarlos a aprender nuevos conocimientos y de
comprender su valor e importancia. Tienen que aprender que todos los hombres
son hermanos, hijos del único creador. Tienen la consigna de amarse los unos a
los otros, de crear el nuevo cielo en la tierra.
Desde entonces ángeles y
humanos no pueden vivir juntos, se encuentran en distintas dimensiones. Y
aunque los ángeles tienen todavía la
misión de guiar, proteger y ayudar al ser humano en su evolución. El hombre
tiene que conocerse a sí mismo, guardar silencio para poder escuchar en lo más
profundo de su ser, esa voz que lo guía, ese ángel que le habla para darle los
mensajes del creador.
Y como en aquéllos
tiempos de los primeros hombres creados, de los hombres modernos también se espera que
evolucionen a través del aprendizaje de
las experiencias terrenales y que algún día, dejen de mirar sólo afuera y vuelvan
los ojos y el corazón a su creador. De que alguna vez, todos vuelvan a ser uno
con dios.