EL CLIMA
Los días se volvieron grises.
¿Desde cuándo? No lo sé. Pero sucedió que el clima de súbito se volvió loco,
inestable. A días extremadamente calurosos, de pronto, le siguieron días
lluviosos y muy fríos. El cielo antes lleno de vapores calientes, se volvió de
un azul intenso y lleno de nubes como borregos. Las lluvias cayeron intensas, y
a veces, con mucho granizo. Aguaceros, como en pleno temporal de lluvias.
En las calles de la ciudad, la
gente no sabía cómo sentirse. Al principio se les veía agotados por el calor
extremo, como muñecos desmadejados. Molestos por los desagradables olores de
los cuerpos sudorosos hacinados en el transporte público de las horas pico.
Después, las lluvias sorpresivas causaron desconcierto, pero también un poco de
alivio. Llegó la frescura del viento libre del polvo.
Pero el clima seguía cambiando,
dos o tres días de calor intenso, después, lluvia, frío. Había días en que la
gente estaba especialmente irritable. Todos parecían tener prisa de llegar a no
sé dónde, o de escapar de no sé qué. Veía a gente trasgrediendo reglas,
conductores de automóviles rebasando en lugares inapropiados y por el lado
derecho. Conductores del transporte público haciendo lo imposible por
arrebatarse a los pasajeros, en una batalla que implicaba recorridos a toda
velocidad. O en retrasar su recorrido para esperar la mayor cantidad de
pasajeros antes de que el siguiente transporte lo alcance.
¿Se trata de escapar de
algo? O, de evitar que algo se escape a
como dé lugar. Tal vez escapar de los cambios súbitos, de los efectos
inesperados que sentían en el propio cuerpo. O de evitar que se fuera aquello
que había sido estable hasta hace algún tiempo. De preservar aquello que brindaba
seguridad. Los comentarios en la calle son muy parecidos: no hay trabajo, las
jornadas laborales son esclavizantes, de doce horas, los salarios
extremadamente bajos. El sueldo de una persona no es suficiente para cubrir las
necesidades más elementales.
El malestar general es enorme,
las cuotas por servicio de energía eléctrica se triplicaron desde el año
pasado, mientras el gobierno sigue publicitando, los miles de pesos que las
familias se ahorran en este servicio. Las ejecuciones públicas siguen
ocurriendo a plena luz del día. El tiempo de parada ante un semáforo es
aprovechado para ajustar cuentas por los distintos bandos. La gente que tiene
la desfortuna de estar en el momento equivocado, trata de evitar el horror
huyendo de prisa o mirando a otro lado.
Y las manifestaciones públicas
se volvieron algo demasiado cotidiano. Lunes, miércoles, sábados, y a veces,
hasta los domingos. Incluso el gobernador las tiene ya agendadas, su reacción
es muy simple. No está en el palacio de gobierno en los días en que sabe, le
harán una manifestación, se traslada a los municipios en lo que él mismo,
impuso al presidente municipal. Lo que reclamen a gritos en las calles o le
escriban en las pancartas para nada es de su incumbencia. Con ayuda de los
presidentes municipales y de los medios de publicidad, sigue pintando la
fachada del progreso. Se colocan mantas que anuncian la inversión de millones
de pesos en obras de rehabilitación y re-encarpetamiento de carreteras en dónde
no se ha invertido un solo peso, o en las que apenas se colocaron algunos
señalamientos o taparon algunos baches, que por supuesto no justifican el gasto
millonario que pretenden.
La gente ve las mantas, su enojo
es manifiesto, las rompe. Comentan el robo tan descarado en las calles, en el
transporte, o aún en el facebook. Se enteran que en aproximadamente, dos o tres
poblaciones por cada municipio del estado, se han colocado mantas sobre esta
clase de “obras públicas”. Algunas de estas acciones se denuncian en programas
de protestas, pero no se ejecuta ninguna acción legal sobre las personas que
las realizan. Como si nada, algunos presidentes municipales siguen preparando
su carrera política. Inician su campaña para lanzar su candidatura a diputados
federales. Los puestos políticos son un buen negocio, permiten el
enriquecimiento rápido e ilícito. De esto hay muchos ejemplos, el más conocido
ahora, el del anterior presidente de Iguala. La impunidad es otro de los
privilegios de los políticos poderosos. Ahora la gente se pregunta, ¿cuánto
tiempo estará Abarca en la cárcel?, ¿dos, tres años? ¿En qué condiciones?,
¿como un rey, con todas las comodidades que el dinero le puede comprar? ¿Cuántos
estudiantes desaparecidos hacen falta para aplicar la justicia? Cuarenta y tres,
¿no son suficientes?
El descontento es en todos los
ámbitos. Se acercan nuevas elecciones. El INE, trabaja ya en los procesos para
la elección. Los capacitadores que se encargan de notificar a los ciudadanos
que han sido electos para ser funcionarios de casilla, se encuentran con la
negativa de los ciudadanos a participar. El sentir es, ¿para qué participar en
un proceso, que ha sido y puede ser fraudulento?, ¿Cómo se puede elegir a un
buen presidente, cuando todas las opciones que ofrecen los partidos, de
antemano, se sabe que son sólo malas y peores?, ¿para qué jugar a elegir un
presidente, cuando con anticipación se sabe, que ya ha sido electo en los altos
mandos?
¿Para qué participar en el juego
de las apariencias? Las elecciones se han convertido en un pretexto para dar a
los partidos políticos presupuestos millonarios. Las campañas son la
oportunidad de negociar con los pobres su hambre. El voto a cambio de una
despensa, de cien pesos, de un puesto de trabajo, de recibir ayuda a través de
algún programa social, que por supuesto, se dice es ajeno a cualquier partido
político. En algunas comunidades esta práctica se ha arraigado tanto que ya no
se preguntan ¿cuál es el partido?, ¿Quién es el mejor candidato? No. La única
pregunta es ¿quién da más? Y los militantes, desde luego, van de un partido a
otro, según les convenga.
Durante sus campañas los
políticos, llevan consigo toda una comitiva dispuesta y entrenada en
aplaudirles sus huecos e incoherentes discursos, llenos de palabras
rimbombantes, cuyo significado, ellos mismos ignoran. Algunas personas se
acercan esperando alguna dádiva, que puede ser, una gorra, una bolsa, un
paraguas, una pluma, una camiseta, un vaso de refresco, o una torta. Los
candidatos saludan a los pobladores con una amplia sonrisa y de mano, mostrando
el afecto e interés casi de un hermano. Una actitud contrastante con la
indiferencia con que los tratarán, el día que soliciten una ayuda o que cumpla
las promesas hechas, una vez que llegue al puesto aspirado.
Pero algunas personas atrevidas,
le cuestionaran si parte de su política, también será desaparecer a los
estudiantes de la única escuela preparatoria de la localidad. Momento que los
políticos, aprovechan para manifestar su total repudio y desaprobación a este
tipo de actos. Su propósito es sólo uno: ganar adeptos, sin importar lo que
tengan que prometer. Después de todo, ellos mismos dicen: “prometer no
empobrece”
Este es el clima, de
descontento, de inseguridad, de hastío, de desesperanza. Un clima gris,
inestable, que promete no mejorar por mucho tiempo.
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